sábado, 26 de mayo de 2012

Resumen de la tercera sesión de las III Jornadas de Literatura y Cine



[Entrada de los asistentes a la Sala de Grados María Zambrano]

Para cerrar con los géneros —en las sesiones anteriores habíamos proyectado las adaptaciones de una obra novelística y otra dramática—, tuvimos la suerte de contar con ponentes que afrontaron la ardua tarea de explicar el género poético en el cinematógrafo y los cuentos de autores tan difíciles para la pantalla como Julio Cortázar y Juan Rulfo. 

[Rafael Malpartida, Dianely Rosales, Santiago Vizcaíno y Amparo Morán]

Dianely Rosales Romero, de la Universidad Autónoma de Yucatán, ofreció una panorámica de su compatriota, y esbozó unos inteligentes trazos sobre «Macario» de Juan Rulfo. Pena tensa que el audio del cortometraje que adaptaba el relato se trastabillara. No hubo forma de arreglar tal desajuste. Sin embargo, como decimos en Andalucía: «sarna con gusto no pica». El huidizo audio del cortometraje se solventó con comentarios de Dianely acerca del mismo y, ciertamente, en el Zambrano nadie musitó al respecto. Más bien todo lo contrario: los presentes intuimos que fue más grato el gozo de escuchar los audiocomentarios de la ponente que a los personajes del corto.


                                                                    [Demo Actuación 01]
Luego tuvo el turno el poeta Santiago Vizcaíno Armijos, de la Pontificia Universidad Católica del Ecuador, que nos habló del magistral cuento de Julio Cortázar: «Casa Tomada». Inteligentes apreciaciones la de Santiago, que con su voz estentórea —con cierto toque a las atmósferas de Edgar Poe— nos leyó después el cuento de Cortázar. Tras su lectura, proyectamos —esta vez el sonido sí que quiso acompañarnos— el siguiente cortometraje, que conectaba con una de las interesantes claves de lectura que expuso Santiago: 


                                                                ["Casa Tomada", corto]


La intervención se cerró con Amparo Morán Dorado, nuestra querida compañera de la Universidad de Málaga. Ella tuvo la valentía de hablarnos sobre las complicadas relaciones entre el género poético y el arte de los hermanos Lumière, sumariando la historia del cine y sus entrañas líricas. Nos recordó una cuestión que a veces los amantes del séptimo arte tienden a ladear: el cinematógrafo en su origen no fue una estrategia tecnológica aliada a los discursos narrativos, sino una máquina de sueños, un artificio bélico para los émbolos de las emociones. Lo cual nos invita a una sugerente reflexión: ¿es el cine una manzana madura con la que poder pecar plenamente o es un arte parcelado cuya pulsión lírica está aún pendiente de aflorar todo su potencial? Sobre esto —y otras muchas cosas más tales como: ¿es el sentir lírico un hiperónimo que deglute a diversas artes como la poesía, el cine o la pintura? ¿Y si no cómo explicar entonces que sintamos como gemelas sensaciones que nos evocan los filmes de Won Kar-Wai y los poemas de Pablo Neruda, por ejemplo?— también nos dilucidó Amparo Morán algunas cuestiones, que fueron ejemplificadas con algunos fragmentos de El lado oscuro del corazón de Eliseo Subiela.  

 
[Fotograma de "El lado oscuro del corazón"]

Tras las ponencias, el auditorio del Zambrano se animó en un diálogo de impresiones y nuevos argumentos que se sumaron a los ya expuestos. Destacar, solo por abreviar, puesto que todas fueron interesantes, aquellas sobre el sincretismo religioso en Juan Rulfo, la construcción metaliteraria de «Casa tomada» como universo autónomo y desplazante del autor, la lectura espontánea y vívida de una de las asistentes de un poema de Oliverio Girondo y la ancha sonrisa que a todos nos inoculó Gloria cuando inmortalizó su «Yo vi a Cortázar vivo (en la tele)».

[Sala de Grados María Zambrano]

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