viernes, 11 de marzo de 2016

Resumen de tercera sesión de las VI Jornadas de Literatura y Cine

En la última sesión de las Jornadas tuvimos la oportunidad de contar con la presencia del director de cine Manuel Martín Cuenca y el guionista Alejandro Hernández, artífices de ‘Caníbal’ (2013), largometraje basado en la novela ‘Caríbal’ de Humberto Arenal.

De manera introductoria, antes de la proyección de la película, Hernández contó cuál fue el punto de partida de este proyecto, que comenzó a esbozarse en Cuba, su país de origen. El escritor siempre sintió curiosidad por las historias que le contaba su tío sobre los “caríbales”, personas caníbales que vivían en tribus del Caribe; y muchos años más tarde, la estrecha relación con el escritor Humberto Arenal le llevó al planteamiento de la adaptación de ‘Caribal’.

El director de la película, Martín Cuenca, especificó que Caníbal se sitúa en España y no en Cuba (emplazamiento original de la novela),  porque cree que Europa también entiende mucho de barbarie, un asunto que no solo está exclusivamente ligado a las sociedades consideradas en menor desarrollo. Y sobre el proceso de adaptación, añadió: «Para Alejandro y para mí este guion fue una auténtica escuela de escritura. Fue el guion más difícil que habíamos escrito nunca, dimos muchos palos de ciego, costó muchas versiones, tratando de encontrar los personajes. Yo me siento un poco escritor-guionista después de haber hecho ‘Caníbal’, cosa que antes no me sentía»El profesor Rafael Malpartida, al hilo de las palabras de Martín Cuenca,  aprovechó para recomendar el guion de ‘Caníbal’, editado en la colección Espiral gracias al proyecto Setenta Teclas. 

Rafael Malpartida, Manuel Martín Cuenca y Alejandro Hernández


Tras el visionado de ‘Caníbal’, uno de los aspectos que más llamó la atención de los asistentes fue la ausencia de “música de fondo”. El director aclaró que esto no es extraño en el cine contemporáneo, que no usa música extradiegética, solo la que está dentro de la historia, la música diegética. «Me molesta en general, en el cine convencional, que la música actúe como subrayado emocional de lo que el espectador tiene que estar pensando. Quise hacer una banda sonora con los sonidos, y trabajamos mucho en que hubiera una música interna, orgánica. Yo quería hacer una película que no engañara, o mejor dicho, que no engatusara al espectador»,  respondió Martín Cuenca.
Como no podía ser de otro modo, el trabajo de iluminación también suscitó curiosidad entre el público, en concreto, la escena donde la niebla toma protagonismo. En cuanto a ello, el director destacó la importancia que para él tiene la estética: «Para mí una película no cuenta la realidad, es la representación de una historia, y hay que buscar una belleza. El cine no es narrativo, bebe mucho de la pintura, me interesan mucho los aspectos físicos y matéricos de la pintura, y transmitir una atmósfera más allá de lo que dice el texto. Creo que todo el equipo hizo un gran trabajo para llegar a esa atmósfera que tiene la película». Además, quiso compartir una especial anécdota sobre la escena comentada: «Rodamos la escena en la Semana Santa de Granada del año 2013 y había un tiempo de perros, llovía y nevaba continuamente, tuvimos una semana terrible, donde no pudimos rodar prácticamente nada. Cerraron la carretera y no podíamos acceder de la cantidad de nieve que estaba cayendo. El día que por fin subimos, pienso que la naturaleza nos regaló esa atmósfera. Estábamos allí y de repente apareció esa niebla. Me emocioné dando órdenes, y rodamos lo más rápido posible, en una hora y media. No teníamos dinero para crear esa niebla. Pienso que el no renunciar, el subir día tras día, hizo que al final se cumpliera, fue como un regalo de la naturaleza. La escena es un poco fruto de la casualidad».

Retomando de nuevo el guion, se planteó lo siguiente: ¿Cómo se escribe un guion como el de ‘Caníbal’, donde se hace un vaciado del personaje y de la historia, para que el espectador componga la película con pocas pinceladas? Martín cuenca contestó: «El guion fue muy complejo, nos llevó mucho tiempo encontrar el camino, y en él exploramos el personaje. Construimos mucho que luego borramos, no queríamos dar un personaje masticado. ¿Que por qué hace lo que hace? Piénsalo tú. Podría ser un vecino mío, y es muy desasosegante. La ambigüedad, la interpretación personal por parte del espectador, que las cosas no tengan un sentido claro, es lo que construye las obras interesantes». Alejandro Hernández añadió que no es una película de respuestas, sino de preguntas: «Nosotros escribimos hasta la primera vez que el protagonista mata, cuando era joven, pero esa parte no aparece».

La interpretación del actor Antonio de la Torre, que encarna un personaje frío, distante y sin remordimientos, también fue comentado. Martín Cuenca contó que Carlos tiene ese punto espeluznante, de culpabilidad cero, y sobre el trabajo del actor dijo: «Antonio me preguntó si quería que conociera a algunos asesinos en la cárcel, porque le gusta mucho el trabajo de campo, y yo le dije: no, sastre y a misa. 

Antonio se centró y aprendió durante 3 meses, cogió la mayor destreza posible y de esa manera fue vaciando su cabeza hasta que se quedó en el estar y el hacer. Al final actúa desde el inconsciente, no desde la intelectualidad de la película».

Respecto a una de las cuestiones más discutidas cuando se habla de adaptación, la fidelidad o infidelidad, Malpartida preguntó: «¿Si hubierais escogido un best seller, lo habríais hecho de la misma manera?» El director fue claro: «Deberíamos, pero otra cosa es que se pueda. Yo creo que hay que faltar al respeto a la letra de la novela para mantener el espíritu». Alejandro Hernández habló desde su modo de ver el trabajo de adaptación: «Te tienes que quedar con aquello esencial que te estimula para poderlo hacer. De lo contrario, intentas justificar todo en la historia. Eso es uno de los grandes retos de las adaptaciones, saber elegir. Porque hay una esencia que a veces de entrada no la ves. Si le coges miedo al libro, ya empiezas mal. Y el problema también es que los autores son muy puñeteros, porque es muy difícil entender que nos vamos a otro lenguaje, y en el cine es muy importante la sutileza».

En cuanto a los referentes cinematográficos, para Martín Cuenca «siempre hay películas que te influyen consciente o inconscientemente. Hitchcock, Buñuel y Haneke, películas como ‘La Tía tula’... todas están ahí revoloteando de manera que al final salen».  Respecto al procedimiento de adaptación y qué cosas se mantienen de la novela, el director confesó que trabaja mucho desde el inconsciente: «Yo no vuelvo nunca a la novela, La flaqueza la leí una vez o dos, subrayada. Lo importante es aquello que se te queda sin saber muy bien que se te ha quedado. Esa voz interior de lo que tiene que permanecer y no sabes. Es encontrar una voz conjunta que no es ni la suya ni la mía, y lo haces de forma inconsciente. Creo que hay que empaparse, dejarse llevar y que salga lo que tenga que salir»

Sobre este asunto, Hernández quiso contar una anécdota: «Arenal no pudo ver la película, porque falleció cuando estábamos con el proceso del guion. Poco antes lo visitamos, y nos dijo: “A mí lo que más curiosidad me da de todo es ver qué habéis hecho con el perro”. Manolo me miró, entonces entendí que él tampoco se acordaba del perro. Le dije a Humberto que se había solucionado de tal forma que no iba a notar la diferencia».

Actualmente, Martín Cuenca y Alejandro Hernández se encuentran inmersos en un nuevo proyecto. Según desveló el director: «Es sobre ‘El móvil’, de Javier Cercas, la primera que publicó. Esta adaptación también la estamos cambiando tanto, que el productor nos dijo: Joder, ¡si lo sé no compro los derechos!».

El encuentro dio lugar a numerosas anécdotas y valiosas reflexiones sobre el ejercicio de la profesión literaria y cinematográfica.


Alejandro Hernández firmando un ejemplar del guión de 'Caníbal'

Manuel Martín Cuenca firmando un ejemplar del guión de 'Caníbal'

Por último, esta sesión de clausura se cerró con el agradecimiento de Rafael Malpartida Tirado, en nombre propio y en el de Manuel España Arjona, como directores de las Jornadas, a las entidades que junto al Máster en Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español han contribuido a que lleguen a buen puerto: el Vicedecanato de Calidad y Espacio Europeo de la Facultad de Filosofía y Letras, y el Dpto. de Filología Española, Italiana, Románica, Teoría de la Literatura y Literatura Comparada de la Universidad de Málaga.

Expresó también su gratitud a la Librería Proteo, que nos ha dedicado un escaparate en sus instalaciones y nos ha acompañado durante las Jornadas con una selección de libros relacionados con nuestro programa; y finalmente, muy en especial a quienes han hecho que cobre sentido este evento: nuestros invitados de lujo, Guillermo Alcalá-Santaella, Sonia Madrid, Isabel Sánchez Castro, Alejandro Hernández y Manuel Martín Cuenca, que nos han deleitado con sus espléndidas explicaciones sobre el arte de la adaptación; al equipo de organización, formado por María José Moreno, Isabel Sánchez Castro, Marta García Villar, Paqui Castillo, José Manuel Herrera, Julia Andrades, Lucía Morillo y Laura Carneros, cuya eficiencia y entrega han sido encomiables; y, por supuesto, al público que ha llenado el salón de actos estas tres tardes, al que invitó, aproximadamente dentro de un año, a que acudiera a este mismo lugar para que reflexionemos todos de nuevo, ya por séptima ocasión, sobre las fascinantes relaciones entre la literatura y el cine.


       
Organizadas por: 
Máster en Gestión del Patrimonio Literario y Lingüístico Español 
Departamento de Filología Española I, Filología Románica y Filología Italiana
Vicedecanato de Calidad y Espacio Europeo de la Facultad de Filosofía y Letras
Colabora: Librerías Prometeo


jueves, 10 de marzo de 2016

Vincent, Vincent


Vincent (1982), el primer corto animado de Tim Burton, es un canto de pasión, el primero, a los cuentos de Poe. Y en más de un sentido. Apenas seis minutos bastan al inclasificable, barroco y fecundo realizador para evocar la estética de Entierro prematuro, Berenice o El cuervo: la torva, la siniestra oscuridad poblada de voces, de gritos, de susurros que, entrelazados, desencadenan un triste graznido: ¡Nunca más! 




Vincent Malloy (años: siete, la edad de la razón) quiere ser como su tocayo, el gran Vincent Price, pero tiene un toque de jovencito Frankenstein quien, al envejecer, engendraría a Eduardo Manostijeras y le daría un corazón humano…Deus ex machina. Era 1990 y eran Burton y Price. Y el mundo por montera. Verónicas, pasodoble y Johnny. Olé. 



Sí, Burton y Price. El primero contó con el segundo para narrar el corto, un corto rimado, o sea, que Price se recitó. Vamos, que se dio un homenaje a sus magníficamente llevados setenta (la edad de la razón, ¡por diez!) y con motivo celebraba sus bodas de plata con Roger Corman (otro adorador del de Boston) con un poco de adelanto, eso sí, para saborear lentamente las mieles del triunfo, y su regusto le dejaría buen sabor de boca una década más.  

Duradero el elixir cuando se hace lo que se ama, y se ama lo que se hace…




Por Paqui Castillo Martín