viernes, 11 de mayo de 2012

ORIGINAL Y VIVO

El universo cortazariano es un revoltijo de sensaciones y emociones que de forma muy extraordinaria -tómese extraordinaria en su acepción de rara, escasa, pero también en su significado segundo de magnífica-, ha podido ser convertido en cine. La potente metáfora de la prosa colorista, deformada por el conflicto del yo y el otro con el mundo, hacen de los textos breves del autor de Rayuela un auténtico dilema artístico que el creador fílmico sueña sin éxito, una noche y otra, con llevar a la pantalla.

Tomemos un raro y magnífico ejemplo. Recientemente visioné la película Diario para un cuento, basada en el relato del mismo título del universal don Julio. Aquí Jana Bokova toma del texto los intersticios dejados por la pluma en los renglones de papel: lo que no está escrito. El resultado es una burla deliciosa, que no ha de tomarse en absoluto en serio, porque tan real como la misma vida danza la muerte al ritmo de tango y milonga y apenas sí nos damos cuenta. En el fondo, Bokova se ha quedado con el cuento y ha tirado a la basura, por imposible, el relato.


Colijo, por tanto, que lo importante no es qué se nos cuenta sino el cómo: impresión, sentimiento. Supongo que ahí radica la diferencia entre una adaptación -o comoquiera que se llame o quieran llamarla los teóricos- y un esfuerzo por reconstruir la historia en un lenguaje propio a partir de materiales prestados.

Aunque, si lo que nos proponemos es buscar la filiación arqueológica de los filmes, pronto nos daremos cuenta de que muchos proceden de cuentos que a su vez proceden de otros cuentos que proceden a su vez de otros dichos cuya antigüedad se remonta al principio de los tiempos. No hay edificio de nueva planta que no recuerde, en su construcción o en su estilo, a las ruinas que palpitan en las entrañas de la tierra. Así que disfruten del espéctaculo, déjense mecer por la música suave del bandoneón y entierren el prejuicio de que lo que vino antes es mejor. Lo bueno no tiene por qué, ni cómo, ni cuándo, ni dónde, ni quién. Simplemente, es. ¿O no?

Francisca Castillo

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