jueves, 17 de mayo de 2012

CINE Y POESÍA, UNA PROLONGADA CORRESPONDENCIA

A cuatro días de las Jornadas de Literatura y Cine de la UMA continua abierta la lista de inscripción. Puedes hacerlo enviándonos un correo con tu nombre completo y número de DNI a jornadasdeliteraturaycine@gmail.com.

En anteriores entradas os hemos adelantado algo de información sobre las dos primeras proyecciones de las Jornadas. En esta ocasión le toca a la Poesia y el Cine, y será Amparo Morán, una de nuestras ponentes, la que nos hablará sobre las conexiones entre lírica y celuloide.

CINE Y POESÍA, UNA PROLONGADA CORRESPONDENCIA


El cine es el primer encuentro de la máquina con la poesía
R. Gubern

Las relaciones entre cine y poesía se remontan a una apasionada correspondencia en los primeros tiempos del cinematógrafo. Son las vanguardias históricas del pasado siglo las primeras en saludar al nuevo arte como el más potente artefacto poético, arte de síntesis total, ingenio traductor del inasible mundo de las emociones. Así, R. Canudo, en su conocido Manifiesto de las Siete Artes (1911) bautiza al cine como suprema forma conciliadora de todas las demás manifestaciones artísticas. Y  La Cinematografía Futurista (1916), dedicada a “poemas, discursos y poesías cinematografiadas”, expresará  su confianza en la relevancia visionaria y pedagógica del cine: "El cinematógrafo futurista que preparamos, deformación jocosa del universo, síntesis ilógica y fugitiva de la vida mundial, se convertirá en el mejor colegio para muchachos.”

Los poetic films de Griffith, el expresionismo lírico de Murnau, los films subversivos de Jean Vigo o el cine-ojo de Vertov ilustran magistralmente el nacimiento de esta fructífera simbiosis, en la que poetas, pintores, cineastas, compartirán un común anhelo por la aprehensión del "arte total". Así, el proteico Cendrars trabaja como ayudante de Abel Gance y publica el guión El fin del mundo filmado por el ángel de Notre-Dame, ilustrado por su amigo, Fernand Léger. Apollinaire escribe sus caligramas y concibe al cinema como el arte más importante del futuro y Cocteau filma su poema cinematográfico Le sang d’un poète (1930). 

Salvador Dalí. Rapsodia moderna (Las 7 artes).1957
Salvador Dalí. Rapsodia moderna (Las 7 artes). 1957

El surrealismo lanza su revolución poética y descubre al cine como instrumento para la traducción del misterioso universo onírico. Films como L’étoile de mer (1928) de Man Ray, Un perro andaluz (1928) y La edad de oro (1930) del binomio Buñuel-Dalí, o el Vampyr (1932) de Dreyer, muestran la idoneidad del nuevo medio para transfundir el secreto mundo de los sueños y las fantasías y operar su magia en la oscuridad de las salas de proyección. 

Se extiende la influencia del cine cómico norteamericano (Chaplin, Keaton, Lloyd), al mismo tiempo que la revelación cinematográfica se concibe como objeto poético en multitud de literaturas. En España las posibilidades del cinema fueron acogidas con entusiasmo por intelectuales y creadores, con algunas excepciones como Ramón Gómez de la Serna, que demuestra su menosprecio por esa “isla falsa” en su novela Cinelandia. Pero autores como Salinas, Aleixandre, Lorca, Alberti, Concha Méndez, Cernuda, Hinojosa, Gerardo Diego, Francisco Ayala –por citar solo algunos nombres de relevancia– introducen el tema del cine en sus obras y expresan su admiración y confianza en cuanto a las posibilidades expresivas del mismo. Lorca comparte la definición que da Epstein de metáfora: “Un teorema en el que se salta sin intermedio desde la hipótesis a la conclusión”  y desarrolla sus guiones cinematográficos El paseo de Buster Keaton y Viaje a la luna atenuando la dramatización en favor de un lenguaje metaforizado, al mismo tiempo que concibe su Poeta en Nueva York como un libro de poemas “con ilustraciones fotográficas y cinematográficas.” Buñuel colabora con Larrea en la adaptación del surreal cuento Ilegible, hijo de la flauta. Altolaguirre alterna su vocación poética con la de hombre de cine, faceta en la que llegó a elaborar veinticinco guiones, producir once películas y dirigir otras cinco.

Joan Brossa. Cinema.1988
Joan Brossa. Cinema. 1988


Entre los primeros teóricos de este maridaje cine-poesía, Epstein defiende la eficacia liberadora del cine poético frente al interés por lo particular del cine-análisis, e incide en la adecuación entre los lenguajes poético y cinematográfico; es más, propugna la superposición de sus estéticas, que –en ambas manifestaciones artísticas– estarían basadas en la proximidad, la sugestión, la sucesión, la rapidez mental, la sensualidad y el predominio de la metáfora.

En nuestro país, críticos de entreguerras como Antonio Espina, Fernando Vela y Benjamín Jarnés destacan la capacidad sugestiva y reveladora del nuevo arte y analizan la “poeticidad” –entre otros– del cine de René Clair, Chaplin o Eisenstein. Por su parte, César Arconada sostendrá que solo cabe hablar de cine poético cuando la poesía esté “infiltrada” en el film, formando parte de su naturaleza consustancial, y no como una desviación impuesta desde fuera del mismo. 

No entraré ahora a resucitar el debate que en su día levantaron las propuestas “antinarrativas” del cine de Pasolini, o más recientemente del Dogma 95, porque parece claro que sus realizaciones acabaron significando más un ejercicio de libertad expresiva que una auténtica negación del cine denotativo que pretendían combatir. Por otra parte, los esfuerzos que -desde la capital obra de Metz- se dirigen al desarrollo de una Semiótica fílmica relativa a un texto ficcional análogo y diverso a un tiempo del texto literario, se inscriben en la óptica de los estudios comparativos de carácter narratológico y no entran a analizar las poéticas del cine, que quedan así pendientes de una profunda revisión.  

Fotograma de La mirada de Ulises. Theo Angelopoulos
Fotograma de La mirada de Ulises. Theo Angelopoulos. 1995

Subjetivismo, inmediatez, emotividad, preeminencia de lo visual y metaforización son algunos de los  argumentos esgrimidos históricamente por la crítica en la defensa de un lenguaje poético-cinematográfico. Otros autores, como José Nieto, dudan de que la etiqueta “cine poético” pueda utilizarse en la actualidad salvo para caracterizar contados casos de cine experimental, y prefieren hablar de “contenido poético” como una característica superadora de géneros, fundamentada en un ejercicio estilístico que posibilitan sobre todo los pilares del movimiento de cámara, el montaje y la música.

El cine subversivo de las vanguardias discurrirá entre otras orientaciones hacia el neosurrealismo (Maya Deren, Sydney Peterson, Kenneth Anger) o el lirismo experimental (Stan Brakhage, Jonas Mekas). En nuestro país cabe destacar el cine abstracto de Granell y sobre todo la mística tecnológica de José Val del Omar. Pero de ese “contenido poético” que atraviesa el cine desde sus primeros balbuceos, darán cuenta buena parte de la producción de realizadores ya míticos como Mizoguchi, Godard, Tarkovsky, Oliveira, Bergman o Kieslowski, y los más recientes e inclasificables Kaurismaki, Greenaway, Erice, Kiarostami, Subiela o Kim Ki-duk. 

Quizás, a lo que apunte en último extremo esa cualidad poética de algunas obras cinematográficas, sea al huidizo nivel de significación de las imágenes al que se refería Barthes, o lo que más sugerentemente expresa Maiakovsi en su Poema manifiesto: “Para vosotros el cine es un espectáculo/ Para mí es casi una concepción del mundo.”

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