miércoles, 9 de marzo de 2016

Las puertas de la cripta están abiertas. Pasen... y vean. ¡Los cuentos de Poe más vivos que nunca!

¿Por qué los relatos de Edgar Allan Poe, casi doscientos años después, mantienen toda su frescura y “actualidad”? ¿Qué es lo que nos hace estremecer una lectura tras otra? ¿Dónde se hallan las fuentes de este manantial cuyas aguas no se agotan, y que dan de beber por igual a la música y a las artes visuales, llámense cine o pintura? Poe fue un hombre de vida dura, hasta el extremo miserable, y breve por añadidura. Pero su levita raída, apenas calentando el frágil cuerpo, ocultaba el brillo del iluminato, profeta de los tiempos modernos o conciencia extendida hacia horizontes lejanos apenas intuidos por el común de la especie: viajero interestelar, Blade Runner de ojos ala de cuervo triste, abiertos de par en par como laberintos. Su febril inteligencia, preternaturalmente conectada con el pulso del universo, racionalizó en un gran sistema sensible todos los temas que han preocupado, preocupan y preocuparán al hombre: aprender por medio de preguntas últimas el sentido de la vida (filosofía), creer en aquello que no tiene explicación, y que desencadenan fuerzas más allá de nuestra comprensión (religión, con especial interés en su caso en el paganismo originario del Creciente Fértil, Egipto y Grecia clásica), y saber (ciencia, incluidas las ciencias ocultas, el hipnotismo y los experimentos de Mesmer, adelanto de la moderna psicología). 



Una atmósfera decadentista, erótica, exótica, completa el fértil retrato oval de unos cuentos subyugadores, de lenguaje expresivo, superlativo, antonomástico. Poe desencadena potentes imágenes cuyo colorido, agresividad, plasticidad y capacidad para herir sensibilidades hacen de su obra una materia prima especialmente fluida y maleable, fácilmente entregada al noble arte de la adaptación y, en un desbordamiento de creatividad, al empeño en una personal y propia lectura original.



En esta minúscula reflexión solo nos vamos a detener en el caso de las adaptaciones y re-creaciones cinematográficas, que es el objeto principal de nuestro debate. Al sumergirnos en el mundo literario de Poe sentimos muy cerca, como una impresión mágica, la huella de su alma atormentada. Las adaptaciones o re-creaciones a partir suyo intentan evocar, con sus propios y peculiares medios, ese ambiente gótico, a la vez romántico y grotesco. El cineasta, en tanto gran imaginador, cuanto más se aleja del texto en cuanto a léxico visual se refiere, más es él mismo, más profunda es la impronta de su interpretación personal. Es lo que sucede con 'El pozo, el péndulo y la esperanza' (1984) de Jan Svankmajer. El checo consigue transmitir toda la tensión del texto a través de la banda sonora, la planificación, la iluminación, los efectos visuales y la angulación. Ratas, gusanos y otras criaturas del Inframundo pululan por la cárcel toledana. El atrezo onírico permite la epifanía de la gárgola y su mandíbula dentada, mecanismo de poleas que accionan un violín sonando a ritmo de heavy metal, infierno en la tierra, fragua de Vulcano o Saturno devorando a sus propios hijos, fábula goyesca del periodo oscuro. Cualquier gesto vale, desde el mural hasta el ícono de unos pies descalzos, entrelazados, emblema del Cristo crucificado y más tarde resurrecto…



Jean Epstein (1928), en cambio, desencuadernó el cuento, lo rompió en infinitos pedazos, los lanzó al aire y rescató, de una vez y para siempre, el topos vampírico de la amada cadáver. Llamas, velos, un ataúd fantástico, la luna, un lago…y la casa en representación de una estirpe vacía ya de simiente y que se extinguirá con sus habitantes: el neurótico Roderik y la bellísima, la enfermiza y sin embargo inmortal Madeline Usher. ¿Somos realidad o visión? ¿Soñamos, o nos sueñan? Dudas y certezas conviven en la perturbada mente del narrador – protagonista, que no sabe si ha desposado a una sílfide o náyade ni si el cortejo angelical que la rodea es deudor de los excesos del opio o de un quijotesco consumo de libros de hadas. De cualquier manera la mezcla de ingredientes es explosiva, y sigue circulando por las venas del inteligente cine de Tim Burton, verbigracia. Escalofriante goce garantizado per saecula seculorum. Cuanto menos.


    
 Por Paqui Castillo Martín

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